Desde la Ilustración ya no es posible para el creyente dar razón de su fe en Dios de manera ingenua. Cada vez más está urgido a tomarse en serio aquello que cree y a mostrar la coherencia y firmeza de su experiencia religiosa. En este contexto se sitúa la presente obra de M. Kehl.
Varios son los elementos que articulan adecuadamente la experiencia de fe. En primer lugar su actualidad, pues la fe sigue suscitando interés en muchas personas, un interés que se expresa mediante interrogantes y desconciertos, pero también mediante profesiones de fe. En segundo lugar su esencia: no en vano jamás se ha dejado de buscar lo peculiar del cristianismo y nunca se ha podido prescindir de la centralidad de Jesucristo, aquel que se ha encarnado pero que también forma parte de la trinidad divina.
En tercer lugar el ámbito propio de la fe, su espacio vital, al que alude la comunitariedad de la fe y que los cristianos llaman Iglesia. Por último la racionalidad y el compromiso de la fe, pues sólo aquellas cosas que pueden ser pensadas sin avergonzarse y pueden ser vividas desde la solidaridad concreta y comprometida son dignas de estos seres que denominamos humanos.