Además le daba miedo que se le acabara el dinero. La vejez era cara. Y la manutención de Dolores también, aunque contara con la pensión de invalidez. Por otra parte, casi todo lo que Soledad había ganado lo había invertido en su piso. tenía algo ahorrado, pero tampoco era mucho.
Una razón más para olvidarse del gigoló.
La carne de Rosa Montero Ed. Alfaguara