La ciudadanía exige la democracia como la democracia exige la ciudadanía. Ambas son realidades y conceptos interdependientes: no es posible una democracia auténtica sin una ciudadanía plenamente asumida; a su vez, la ciudadanía reclama la democracia y no puede conformarse con menos que una democracia real, aunque ésta sea imperfecta.
El ciudadano no nace, se hace. Y la educación cívico-política sólo se completa con la madurez moral. También aquí se comprueba una cierta interdependencia: la educación moral implica una madurez cívica y personal, y ésta, a su vez, no es posible sin la maduración del juicio y la conducta moral.