He aquí un recorrido por las nociones claves de uno de los intentos más radicales y audaces por romper con los modos de pensamiento heredados durante 3000 años de historia de la civilización occidental. La tarea es titánica; el diagnóstico, preciso: desde el siglo XIX, las ciencias acumulan hipótesis y teorías que indican una enorme mutación en la epistemología, la metafísica y la cosmología que tuvieron sus pilares en el pensamiento platónico y aristotélico por un lado, y en la tríada Newton, Hume, Kant por el otro. Pero la ciencia avanza a ciegas respecto de sus propias premisas filosóficas y enmarañada en la fragmentación de las especialidades. La misión de la filosofía, aventura afín a la poesía, es construir la autoevidencia de ese nuevo modo latente de entender el universo. Ante la noción de una materia inerte que soporta cualidades, la del espacio geométrico vacío y la mecánica newtoniana, instalar como modelo metafísico la actividad vital y, con ella, la importancia, la perspectiva y el valor como nociones fundacionales. Frente a las formas atemporales y estáticas, y la representación de un tiempo