Desde el fallecimiento del padre de la autora, el 1 de febrero de 1994, comienza a recibir cartas por escritura automática. Primero son solo de su padre, después también de otros familiares, como sus abuelos. Los mensajes de las cartas van evolucionando a medida que pasa el tiempo y la percepción de la autora va desarrollándose leyendo a maestros e impregnándose de espiritualidad.
La última carta recibida es de su marido, fallecido repentinamente por la covid-19 en agosto de 2020.
En las cartas nos invitan a perder el miedo a la muerte, a no verla como el fin de nuestra existencia, sino como una nueva etapa donde el espíritu permanece. Nos piden que amemos desde lo más profundo, transmitir afecto a través de nuestro cuerpo, cuidarlo. Nos instan a acompañar a los que están tristes y escuchar desde el corazón, a practicar la gratitud y a vivir el presente.