Jesús de Nazaret estuvo siempre bajo el influjo del Espíritu, que sigue descendiendo hoy sobre creyentes y no creyentes. El Espíritu crea fraternidad e igualdad en la comunidad cristiana. El poder sagrado divide, subordina y discrimina. Si Jesús luchó contra el poder sagrado cómo se lo iba a conceder a la iglesia? El diablo prometió a Jesús dominio y poder, pero éste venció esa tentación. La Jerarquía, por el contrario, lleva siglos detentando todo tipo de poder, razón por la que no puede entender adecuadamente el Evangelio.
Jesús pone al ser humano en el centro de su mensaje frete a las instituciones sagradas, que lo discriminan y oprimen. Abolió lo sagrado, discurriendo su mensaje y actividad por los cauces de la vida normal.
El reinado de Dios, anunciado por Jesús, no se manifiesta en lo sagrado, sino en lo profano, es decir, en la vida cotidiana de la gente. En nuestro tiempo, el poder sagrado, patrimonio de la Iglesia jerárquica, sigue causando un daño incalculable a la causa de Jesús.