Grün busca a Dios en el ser humano: en uno mismo y en el otro. Boff descubre a Dios en el universo, desde el Big Bang inicial hasta los seres vivos que habitan el planeta Tierra. Son dos puntos de partida diversos: el anhelo de experimentar a Dios como persona y el de verlo emerger desde dentro del proceso del universo en evolución. Ambos caminos, sin embargo, convergen en una misma conclusión sobre la esencia divina. Pues, por una parte, van al encuentro de lo divino no fuera del mundo sino en el mundo, en el ser humano y en el cosmos. Por otra, reconocen que lo divino y el mundo no son uno y lo mismo: Dios sigue siendo el misterio innominado solo experimentable por el amor.