Jesucristo —revelación plena del amor primero, incondicionado y misericordioso de Dios a todos los hombres— trabaja siempre a fin de hacer de cada cristiano y cristiana «una misión [...] para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio» (Gaudete et exsultate, 19). Por medio de la enseñanza magisterial del papa Francisco en Amoris laetitia, Jesucristo nos llama a realizar, dentro del cambio de época que vivimos, una misión creativa hacia el prójimo que vive o experimenta la fragilidad del amor en su matrimonio o familia. Se trata de acompañarlo con «el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas» (GE 96) —irreducibles a los planteamientos del legalismo y del laxismo éticos, que son ideológicos—, ayudándolo a discernir su situación, a crecer en el camino del amor con pasos reales y posibles, y a integrarse mejor en la vida de la Iglesia, para que goce de espíritu esperanzado y de alegría en el ánimo. Esto constituye el centro del capítulo octavo de la Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. Sobre él giran las reflexiones de este libro.