He escogido el género de diálogo porque se ha utilizado desde antiguo por maestros y filósofos para crear un clima de intimidad y cercanía, donde quien desea saber interroga a quien puede comunicarle la verdad que busca. Es el método seguido por Cristo en preciosos lugares del evangelio de san Juan, cuyo texto, nacido de la pluma de un amigo predilecto del Señor, me servirá como telón de fondo de este diálogo. ¿Quién no recuerda, por una sola vez que lo haya leído, el diálogo de Jesús con Nicodemo, con la mujer samaritana, o el dramático tú a tú de Cristo con el procurador Poncio Pilato? Dialogar abierta y amablemente sobre la fe me parece hoy una de las prioridades fundamentales de la Iglesia y una tarea que nunca deberíamos olvidar los pastores. Naturalmente, el diálogo es ficticio. Pero no el contenido del mismo, que toca los fundamentos de la fe y las preguntas que el hombre se hace ante la persona de Cristo, cuando es alcanzado por su luz y atraído hacia su amistad.