Resulta atrevido ponerse en estos tiempos a escribir la biografía de una monja. Pero cuidado. La monja fue una chica de familia bienestante, culta, finísima, inteligente, mimada por los suyos…
A los dieciocho años ingresa en las Hermanas de la Cruz, sujetas a la Regla de Sor Ángela con dos afanes básicos: vida sacrificada y servicio a los marginados.
¿Hasta cuándo? Hasta la muerte, que le pillará cumplidos setenta y dos años, Siempre con una sonrisa en sus labios y en sus ojos. Su nombre: María de la Purísima de la Cruz.