La vida interior forma parte de la entraña de todo hombre. Tal vez por ello, en una época dominada por la apariencia, la exterioridad y la imagen, se añoran determinadas palabras que son capaces de recuperar la autenticidad, la frescura y la libertad de las cosas y las personas que forman nuestro mundo.
Desde muy antiguo, muchos hombres y mujeres han buscado maestros que les ofrecieran alguna palabra «espiritual» con la que descender hasta las profundidades de su ser y dotar de sentido su existencia. Transmitidas de la boca al oído, acogidas en el corazón, meditadas y puestas en práctica, palabras como «paciencia», «escucha», «meditación», «ascesis», «silencio», «vejez», «alegría», entretejen un verdadero abecedario de la vida interior que busca la transformación de la persona concreta y de su realidad cotidiana.