El presente comentario al libro del Éxodo se sustenta en la necesidad siempre renovada de leer los antiguos textos y responder desde nuestra propia cultura a las preguntas y situaciones profundas que en ellos se hallan presentes.
Una comprensión reducida de las Escrituras supondría que, siendo el libro del Éxodo parte de «la palabra de Dios», su mensaje ya estaría cerrado y sería definitivo. Sin embargo, la experiencia muestra que la relación entre la Palabra y el lector es siempre dinámica, y que una particular lectura no agota el sentido, sino que actualiza sólo una parte del mensaje. De hecho, todo lector se acerca al texto inevitablemente desde un lugar y un tiempo determinados. Y esa contextualidad, lejos de limitar la comprensión del texto, la potencia