Jesús de Nazaret constituye el centro de la historia de la salvación. En él se compendia toda la espera anhelante del pueblo de Israel, en cuyo proceso ininterrumpido va dejando a un lado líneas posibles de salvación para concentrarse en Cristo mismo. La esperanza más o menos explícita de la humanidad anterior o diferente del pueblo elegido halla también en este Jesús su realización.
Jesús de Nazaret, según la fe de la Iglesia de todos los tiempos, no ha pasado; continúa vivo, presente, actual, y es también hoy la fuente de la salvación. Él es principio y fin, alfa y omega en el orden de la salvación. Si todo en Israel miraba hacia el Mesías, todo en la Iglesia, nuevo Israel, mira a Cristo como Mesías que ha venido ya y que un día vendrá al final de los tiempos.