La ternura es elusiva, no apta para una definición
sencilla. Hablar de ella significa hablar de amor,
del paso del tiempo, de filosofía. Y también de humanidad,
de curiosidad hacia el otro, de aquella
ligereza profunda que nos permite captar, entre líneas,
el sentido más fecundo y creativo de nuestra
finitud, de nuestra fragilidad.
En el ámbito de lo público, la delicadeza de la
ternura es transformadora. Desafía a predadores
y a prepotentes, plantea preguntas incómodas y
proporciona nuevas instrucciones. Las pequeñas
luces que enciende en la oscuridad anuncian una
revolución alegre y constructiva, política y existencial.
Apoyándose en una gran variedad de fuentes clásicas
y modernas, desde DeLillo al papa Francisco,
pasando por Platón, Szymborska, Max Weber,
Foster Wallace, Recalcati o Žižek, la autora, filósofa
y teóloga hasta la fecha inédita en castellano,
nos invita a reflexionar sobre un sentimiento que
muchas veces se confunde con la sensiblería y que,
como ella sostiene, «es la única vía de humanización
para el tiempo presente y futuro».