Juventud desamparada, libro publicado en 1925, contó con un prólogo de Sigmund Freud que se convirtió en referencia indiscutida sobre el psicoanálisis aplicado a la educación. La obra de August Aichhorn, todo un clásico, tuvo una edición en castellano en 1956 con un título muy propio de la época: "Juventud descarriada".
A partir de su trabajo en los Tribunales de Menores de Viena, donde comenzó a preocuparse por los problemas de los jóvenes delincuentes, August Aichhorn propone una lectura diferente sobre este tipo de comportamiento, que guarda semejanzas con los síntomas neuróticos. Juventud desamparada fue planteado por su autor como una ayuda para que el educador pudiera reconocer en las manifestaciones sintomáticas (transgresiones, actos delictivos, etcétera) los motivos inconscientes de tales comportamientos y, de este modo, poder encontrar los medios para resolverlos y, con ellos, devolver al sujeto la conformidad social.
Este libro imprescindible, en una cuidada edición a cargo de Hebe Tizio, es de importancia central para los campos educativo y psicoanalítico. Los temas que aborda son de absoluta actualidad al señalar la ineficacia de las vías represivas y moralizadoras en el tratamiento de las pulsiones, vías que sólo agudizan la problemática subjetiva y el conflicto social. De hecho, Aichhorn recomienda que el analista se sitúe en el lugar del yo ideal del joven, pues su desamparo remite a un sujeto que no ha contado con el cuidado y con la preocupación del Otro.
Como señala Freud en el prólogo, la aplicación del psicoanálisis al campo de la pedagogía social y trabajo social hace referencia a una educación psicoanalítica, es decir, a una educación inspirada en los trabajos del psicoanálisis en un ámbito escolar o familiar para que, de esta manera, el educador pueda ser un sustituto eficaz para la juventud desamparada.