En el momento actual, vivimos la paradoja de valorar altamente la innovación y, al mismo tiempo, desconfiar de su posibilidad en nuestros contextos próximos, sobre todo cuando pensamos en la innovación desde una lógica colectiva. La creemos posible en los contextos de los ?otros?, minorías elegidas, y gozamos sabiéndola presente, pero a menudo, más como una noticia mediática que nos llega junto a otras y nos sorprende alegremente, que como un proceso real que nos pueda atañer directamente a nosotros.
Cuando estamos ante la posibilidad de participar en un cambio importante, puede preocuparnos el estar preparados para llevarlo adelante y puede también acuciarnos no saber del todo la dirección que tienen que tomar nuestros pasos. Pero, por otra parte, hay una gran urgencia por superar la desorientación, cuando no parálisis, a la que nos lleva la continuada promulgación de leyes, reformas y cambios normativos que a manera de ensayo-error busca dar con el camino correcto para un sistema educativo puesto en cuestión.