No puede haber auténtica formación ética si se ve al otro como un ser absolutamente determinado y, en cierto aspecto, perdido. No puede haber formación política si no se está dispuesto a escuchar al otro, a tomarlo en cuenta. No puede haber formación en derechos y en tolerancia si se ven estigmas y no se es capaz de reconocer esa mirada estigmatizadora y de hacer el esfuerzo por modificarla. La diversidad de contenidos propios remite a varias disciplinas y formaciones profesionales. Esto genera una suerte de parálisis en capacitadores, profesores y maestros. Existe, en primer lugar, la alternativa siempre deseable del trabajo en equipo, del trabajo interdisciplinario. Pero es poco probable que en una institución educativa se dé la ocasión para un auténtico trabajo de este tipo. Por eso, es necesario reconocer las debilidades y fortalezas derivadas de nuestra formación profesional. No es posible ser especialista en todo. Se trata de que el docente se maneje con soltura en todos esos temas en los que se sienta más seguro y que los enriquezca con su saber profesional y que, frente a los temas sobre los que tiene un menor dominio, muestre siempre una actitud de apertura y una disposición siempre renovada de aprender. El presente texto intenta transmitir aspectos relevantes de una experiencia de formación muy valiosa. Sus autores, especialistas en Formación ética y ciudadana, tienen una amplia experiencia en programación y seguimiento de cursos con estas características.