fra/ctur/a quiebra la superficie del lenguaje, roto en pedazos, no para darnos acceso a ningún interior, sino para ofrecernos la experiencia del polvo y de los restos que restallan entre la lengua y el oído. Esta poesía, en la que retornan ritos y rezos olvidados, se sostiene en la cadencia de una respiración singular, al borde de la asfixia, a partir de la carga significante con la que entreteje sus imágenes paso a paso, adensándose bloque a bloque, trazando una espiral que la devuelve sobre su propia arquitectura. saturándola.