No existen dos personas idénticas. Tampoco hay dos personas que se comporten exactamente de la misma manera en una situación parecida, ni un mismo individuo reacciona siempre igual. ¿El grado de inteligencia, creatividad o impulsividad, el hecho de ser más o menos espiritual o seguir una determinada tendencia política son rasgos que vienen dados por nuestro genoma, o se deben al ambiente en el que hemos crecido y donde vivimos? ¿Qué papel tiene el cerebro en todo ello? La tesis que sostiene este libro es simple pero de gran repercusión a nivel individual y social: nuestro carácter parte del legado de nuestros progenitores, de los genes concretos que nos han transmitido y de la educación que hemos recibido, una herencia que es biológica y también cultural. Ahora bien, la podemos matizar, y hasta cierto punto autodirigir de manera consciente, «heredándonos a nosotros mismos». Aunque en gran medida nuestra forma de ser ya está hecha, nos queda mucho camino por recorrer en la dirección que deseemos.