Comparándolos con otros, puede que algunos relatos del padre Brown parezcan ingenuos. Pero es que él no es un detective al uso, ni tampoco sus historias. No podemos leer a Chesterton como a Agatha Christie o a Conan Doyle, porque aquél tiene intenciones muy distintas con sus palabras. Le gusta recrearse creando misterios cada vez más complicados e irresolubles, pero también busca transmitir sus propias ideas y hacer un retrato costumbrista de las personas y lugares de su época, con especial mimo en detalles de la vida cotidiana que muchos pasarían por alto. Excepto su padre Brown.
Inspirado en un amigo suyo, Chesterton nos dio a conocer al padre Brown en los doce relatos que componen este volumen. Este cura católico, de aspecto insignificante y candoroso, siempre con su inseparable paraguas y sus eternos paquetes de papel de estraza, tiene un cerebro privilegiado y una intuición singular para leer en los recovecos del corazón humano. Pero su bondad natural le impide juzgar y condenar: descubre el delito, pero intenta «salvar» al delincuente.
Novelas aptas para toda la familia, llenas de humor y muy vigentes en la actualidad.