Este libro no es un alegato a favor de la psiquiatría; tampoco cuestiona a quienes tengan una opinión desfavorable de su naturaleza o de las maneras de ejercerla. Es un testimonio, en clave reflexiva y con cierto trasfondo poético, dirigido a quien le interese la vida humana, especialmente la íntima.
El título enfatiza que el «me importas» es crucial en nuestro quehacer como psiquiatras, al igual que en cualquier otra relación personal. En el subtítulo se apuesta por uno de los dos polos hacia los que orientar el ejercicio profesional. La «psiquiatría» (en minúsculas) «Viva» (en mayúsculas) aspira a que cobre protagonismo la vida, y no tanto nuestra fugaz y precaria intervención en ella.
Los relatos que se incorporan son verídicos, aunque algunos detalles se modifican ligeramente o se enmascaran para garantizar el anonimato de los protagonistas. Detenerse ante ellos puede ayudar (o no) al lector a vivir mejor. O a hacerlo con una conciencia más amplia. Ese «vivir bien» no se presenta como un recetario centrado en la economía del bienestar propio, privado, compuesto de fórmulas más o menos fáciles y rápidas, sino procurando asumir nuestros claroscuros y limitaciones, pero teniendo presente el bien común; es decir, a los demás. Y sin dejar de reparar en lo que nos excede, que es tanto.