La genial interpretación que hizo Marlon Brando de Stanley Kowalski, en Un tranvía llamado Deseo le convirtió en la estrella más carismática de la década de la posguerra. Como máximo exponente del método Stanislavski, Brando definió el estilo de una nueva ola de actores y, con su comportamiento inquieto e inconformista, se reveló como una figura emblemática para toda una generación de jóvenes rebeldes. Durante un lustro hubo una consonancia entre el idiosincrático Brando en su vida privada y el personaje en la pantalla de una serie de películas excepcionales (¡Viva Zapata!, Julio César, La ley del silencio, Ellos y ellas). Durante los diecisiete años siguientes, su personalidad compleja y torturada sólo se expresó realmente como era en El rostro impenetrable, en la que se dirigió a sí mismo, aunque también cabe destacar sus actuaciones en La jauría humana y Reflejos en un ojo dorado. En ese periodo de tiempo se puso de moda declarar acabado ?quizá demasiado pronto? al icónico protagonista de Salvaje. Reapareció en 1972, y nos recordó que seguía siendo el más grande, capaz de personificar con maestría insupe