El alimento para sustentar el cuerpo y las caricias para alimentar el alma ni se ofrecen ni se niegan, sino que siempre están disponibles. Ofrecer a un niño más o menos ayuda de la que pide es perjudicial para su desarrollo.
A la luz del principio del concepto del continuum, para un adecuado desarrollo físico, mental y emocional, los seres humanos necesitamos de aquellas experiencias para las que nuestra especie se ha adaptado durante el largo proceso de evolución. Para un bebé, este tipo de experiencias incluyen:
• Contacto físico permanente con la madre, un familiar o cuidador o cuidadora desde el nacimiento.
• Dormir en la cama de sus padres hasta que el bebé deje de necesitarlo por sí mismo, lo que ocurre alrededor
de los dos años.
• Lactancia materna a demanda en respuesta a las señales corporales del bebé.
• Estar permanentemente en brazos o en contacto físico con alguna persona hasta que comience la fase de
arrastre y gateo, en torno a los seis u ocho meses.
• Contar con cuidadores dispuestos a atender de inmediato las necesidades del bebé sin emitir juicios, mostrar
descontento ni invalidar sus necesidades.
• Satisfacer sus expectativas de que es un ser innatamente social y cooperativo, un ser bienvenido y digno.
Una vez reconozcamos plenamente las consecuencias del trato que damos a los bebés, a los niños, unos a otros y a nosotros mismos, y aprendamos a respetar el verdadero carácter de nuestra especie, podremos descubrir con mucha más profundidad nuestro potencial para el bienestar.