La Gran Crisis financiera de 2008 casi se llevó por delante el sistema financiero capitalista. Como consecuencia, entró en escena una política monetaria por parte de los bancos centrales consistente en la compra de deuda pública. Una década de ese régimen de laxitud generó gobiernos y mercados adictos, desencadenando la que quizás sea la mayor burbuja de precios de la historia. Hoy sabemos que fue un error histórico de política económica, una huida hacia adelante que acabó con los incentivos propios del capitalismo y abrió la era de la demagogia. En 2022 Macron vaticinó que se había acabado la época de la abundancia. Con el retorno de la inflación, el final de las restricciones financieras y la subida global de tipos de interés, el sistema afronta una nueva era con el endeudamiento en máximos y los recursos públicos exhaustos. En paralelo, la desafección política y el surgimiento de populismos socavan los cimientos de la democracia liberal. En esta vorágine, Europa, siempre por detrás de los acontecimientos, consuma una década perdida por la ausencia de grandes acuerdos y fatídicamente dependiente del BCE