Estamos ante una personalidad que junta el oído y la mirada estéticos, con el gusto por la exposición -es un maestro, tanto en la oral como en la escrita-, y la serie firmeza en la búsqueda de la verdad. Esta autobiografía es un ejemplo marcado de ello. Cualquiera que conociera un poco a su autor se daba cuenta de que tenía rasgos caracterológicos de artista. Se fijaba en cada detalle y se percibía su inmediata atención ante cada manifestación de belleza, lo cual valía tanto para el mundo entorno como para sí mismo. Estamos ante un texto sencillo y claro en lo literario, con una sólida base de ciencia humanística, filosófica y teológica, lleno de vida y rebosante de sabiduría.