Al pensar en un pozo, quizás nos venga a la cabeza un lugar profundo, húmedo y oscuro que no ofrece posibilidad alguna de huida. Sin embargo, más allá de esa tristeza íntima que inspira, un pozo es fuente de vida. Gracias a la presencia de Dios adquiere un significado salvador, tal y como sucedió en el encuentro de Jesús con la samaritana (cfr. Jn 4, 1-26): dirigió una palabra a su deseo de amor verdadero, para liberarla de todo lo que oscurecía su vida y conducirla a la alegría plena del Evangelio. Ambos se encontraron porque buscaban el pozo, que ha hecho que se crucen sus caminos.
Pérez-Soba se basa en la idea de que el cristianismo, fundado en la revelación del Amor divino, debe apoyarse siempre en la lógica del encuentro humano, para crear un libro en el que llama a encontrar "junto al pozo" la fuente originaria del amor y preparar el corazón para entregarse a aquel que va a llenar la vida.