Adormecidos por la rutina, este libro nos zarandea y nos puede desestabilizar al recordarnos que los seres humanos no vivimos de lo que tenemos o de lo que hacemos. No nos sacia nuestro puesto de trabajo, ni las vacaciones de verano, ni el último teléfono móvil. Vivimos porque somos mirados, acariciados, amados indeciblemente por un Dios amigo, amado, Señor.San Juan de la Cruz compara a Dios con el sol, que “está madrugando y dando en tu casa para entrar, si destapas el agujero”. Leer este libro puede ser un modo de destapar esa claraboya y dejar que tu estancia resplandezca, bañada en luz. Dejar que se cuele en ti el gozo de una experiencia que no tiene parangón con ninguna otra, y que las trasciende a todas. Por ella, solo por ella, vale la penavivir y morir.María José Pérez González, ocdCarmelo de Puzol (Valencia)