Cada día, una persona en España viene a utilizar entre siete y nueve productos pertenecientes al sector de la cosmética y la perfumería, aunque son 28 los productos que cada año entran en contacto con el cuerpo de un español. Todo ello conforma un sector –el de la belleza– que factura anualmente en España cerca de 8.500 millones de euros, resultado de un consumo per cápita de 170 euros al año, cifra muy superior a la media europea que asciende a 140 euros.
Un mercado, el español, goloso para las grandes corporaciones de la cosmética que obtienen en él pingües beneficios procedentes de una sociedad como la española, devota de un arquetipo de belleza que generalmente le viene impuesto por las grandes marcas internacionales y por unas extraordinarias inversiones en publicidad.
Con este atractivo escenario, no es de extrañar que España se haya convertido en los últimos años en un objeto de deseo de las multinacionales de la cosmética que no dudan en utilizar todo tipo de armas en defensa de una tarta en la que no quieren que participen más comensales de los estrictamente necesarios.
Y cuando se trata de un mercado oligopolístico dominado por unas pocas sociedades entre las que sobresale la francesa L´Oréal, que actualmente comercializa más de 500 marcas y miles de productos individuales en todos los sectores del negocio de la belleza, lo que la permite controlar cerca de 55 por ciento de todo el mercado mundial de la belleza, las actuaciones contra los que osan introducirse en este más que atractivo mercado pueden rozar parámetros del entorno de la legislación de defensa de la competencia.
Como alguien ha dejado escrito, el terror a madurar, vivir y envejecer afecta a todos. Pero lo peor es que las mujeres, desde muy pequeñas, son conscientes de que se devalúan cada día que pasa. Esto hace que cumplir años se convierta en una afrenta, un paso más hacia la invisibilidad. Mientras este paradigma no cambie, las sociedades modernas seguirán en estado de dependencia de esta industria de la belleza en la que suele primar el beneficio, motor indispensable de un proceso investigador que tiene al cuerpo humano como objetivo.