Cien años después del nacimiento de Alarcos, el premio internacional de poesía que lleva su nombre celebra en este volumen de Visor lo más granado de sus dos décadas de existencia, engrandecidas con el ejemplo del filólogo que fue también poeta. Los veinte años de la consolidada trayectoria de este premio, junto con sus veinte voces —brotes jóvenes o maduradas cosechas— entroncan con la poliédrica figura de Emilio Alarcos Llorach (1922-1998) y su sustancioso legado, con el que justamente se ha fraguado la identidad del premio, revistiéndolo además de una suerte de luz no usada que, como si fuera venerable y renacido Faro de Alejandría, atrae año tras año a aquellos nautas que entre sirtes y escollos surcan las aguas de la poesía, o bucean hasta su lecho de materiales lingüísticos. Porque, en puridad, el prestigio más genuino de tal galardón hunde sus raíces en el que le aporta la fama innovadora y ecléctica de Alarcos, una fama atemporal, como la de aquel cisne imaginado por Horacio que propagaba por doquier sus enseñanzas poéticas (non usitata penna… ferar).
Miguel Alarcos Martínez