LA poesía de Constantino Molina (Pozo-Lorente, Albacete, 1985) ha ido consolidando su lirismo esencial y su crítica en libros como Las ramas del azar (Premio Adonáis 2014 y Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández) y Silbando un eco extraño (Premio València de la Institució Alfons el Magnànim 2016) hasta convertirse en uno de los referentes de su generación.
En Cingla, la sutileza incisiva y la precisión visceral del poema nos devuelven entero el latido de la naturaleza que se escucha cuando los filósofos duermen. «¿Por qué no estar callado / lo que dura un poema?», se pregunta. Un puñado de sal, una carretera de provincias, el alacrán que brilla y amenaza bajo las losas, los arados verdes que su padre pintó, el orgasmo en las cuadras o el susurro del agua del aljibe son motivos propicios para desnudar la verdad y el alma de las cosas. En la senda de un canto que no se deja atrapar fácilmente, Cingla nos dice lo que se calla y el silencio que nos permite oír la vida y oírnos. Despojado de vanidades y elocuencias, el poeta se rinde al milagro que hace vibrar el mundo. A nuestros pies, ante nuestros ojos, la cingla ancestral, primigenia, de un primer amor, la fiesta privada del conocimiento. ANDRÉS GARCÍA CERDÁN