La sombra de Buda inicia un viaje circular a todos los interiores que se desvelan singulares en sí mismos pero que devienen universales. Estamos ante una rapsodia ecuménica porque conecta con una suerte de epifanía que casi todas las almas comparten aunque quieran guardarla celosamente para sí. Es la unidad del Advaita, lo que no oye el canto que es el canto mismo. Hay en cada uno de estos poemas que componen en realidad un único texto, un conjunto de salmodias proyectadas como sombras sobre los secretos que custodiamos pero que, en el fondo, deseamos descubrir ante el mundo.
En La Sombra de Buda es tan crucial lo que se mues- tra como lo que se oculta para permanecer en la con- ciencia, es lo que queda tras la experiencia de su lectura, una lectura que invita a recogernos como lo hace un recitativo interno.
A lo largo de las páginas de este breve pero hondo poemario hallaremos que no hay casa posible pero que todo es hogar y que, por tanto, cualquier espacio puede ser habitado si quiera desde la renuncia. No importa tanto la naturaleza de las cosas como el vínculo que con ella nos une. Somos el resultado de una transformación constante, un resultado a menudo defectuoso y con muchos cabos sueltos -tal vez- pero en cada uno de nosotros germina un swami, es decir, un amo de sí mismo, dueño de su destino y no solo un capricho de los dioses o del azar, no solo un esclavo del karma. Por eso R. Loya arremete contra la vanidad y la fe de los profetas y dice que están hechas de falsa orfebrería, que son lentejuelas ladronas de la verdad creyéndose furor, germinando como lirios feroces.
ROBERTO LOYA Roberto Loya Casarejos. Nació en 1961 en Madrid, donde cursó los estudios de Filosofía Pura en la Complutense (1977-1981). Con José Luís Brea y otros filósofos jóvenes de la época creó la revista Poros Dos. Trabajó como guionista en Radio Juventud. En 1983 formó el grupo Segunda Época del Hombre (experiencia musical y poética). Resultó elegido en el proyecto madrileño de la modernidad (y postmodernidad) La Luna, apareciendo en la Antología de Nuevos Narradores Cuentos Parabúlicos junto a Leopoldo María Panero, Javier Barquín y Fernando Márquez. Realizaba por esa época programas radiofónicos malditos como La Factoría y El Refugio Atómico (Radio Juventud y RCE). En 1987 recaló en Córdoba donde realizó programas en RNE como Al fondo hay sitio, de ámbito nacional, por donde pasaron personajes como Gimferrer, Brines, Claudio Rodriguez u Onetti. Aquí forja su obra poética que, a retazos, descubrimos en publicaciones como Versión celeste y Signos, ambas de Madrid, así como en las Antologías Homenaje a Pablo García Baena, Crátera de pintores y poetas, Poesía en la Bodega (1) (col. Arca del Ateneo, 2003), Homenaje a Vicente Núñez (col. Arca del Ateneo, 2004). Mantiene inéditos los poemarios Estación Paraíso, A un dios desconocido y El libro de las bestias (espirituales). Como pintor-diseñador, cabe destacar la aparición de su obra en la revista Signos que dirigieron Leopoldo Alas y Ángel Luis Vigaray.
Socio fundador del Ateneo de Córdoba, fue miembro de su junta directiva y portavoz de la misma en la década de los 90. Recibió la Fiambrera de Plata en 1992. Colaborador asiduo del Ateneo, organizó con Rafael Carlos Padilla, el 21 de septiembre de 1994 el memorable espectáculo en homenaje a Victor Jara y Pablo Neruda en el Gran Teatro.
Articulista en prensa, crítico literario, conductor y guionista de espacios radiofónicos, fue nombrado director de Radio Nacional de España en Córdoba en 1996, cargo en el que permaneció hasta 2006 en que fue trasladado a Madrid como subdirector en los servicios centrales de dicha cadena de emisoras. Durante un año ha dirigido la cultura en RNE. Por motivos personales, renuncia al cargo para regresar a Cordoba. La editorial Calambur publico en 2006 su poemario Artaud en la India, y en 2012 Editorial Polibea sacó hasta ahora su segundo poemario, Los ojos no están aquí.