Cuando sor Juana Inés de la Cruz acababa de cumplir 29 años le ocurrió algo que cambiaría su escritura y su vida. Fue la llegada a la Ciudad de México de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga (1649-1729), condesa de Paredes de Nava. Era ya una gran poeta reconocida y, como la virreina, una mujer muy culta y muy bella. Juana Inés y María Luisa se enamoraron y mantuvieron una relación intensísima mientras convivieron en México (entre 1680 y 1686) y también después. Al volver a España, la Condesa de Paredes se ocupó de la publicación de las obras completas de sor Juana Inés de la Cruz, que tuvieron una acogida entusiasta también en Portugal, donde las monjas de La Casa del Placer le rogaron que escribiera algo para ellas.
Los Enigmas serían publicados en edición privada en Lisboa a principios de 1695. Son veinte acertijos o adivinanzas cada una de las cuales es una redondilla, es decir, una estrofa de cuatro versos que riman en redondo, el cuarto volviendo al primero, al modo de la alegoría femenina. En todos ellos, la respuesta al enigma o acertijo es “Amor”. Cada redondilla desgrana, poniéndola en palabras veladas e intensas, una experiencia amorosa mil veces vivida a su manera por la mujer enamorada, en este caso sor Juana Inés de la Cruz con la Condesa de Paredes, y revivida en cada lectura por las monjas y las matrocinadoras que constituían la soberana Asamblea de La Casa del Placer. La publicación de los Enigmas no ha circulado entre los eruditos porque no nació para ellos sino para el disfrute, la inspiración, la risa y la inteligencia de Amor femeninas. Es una obra altamente irreverente, ya en su forma, con la Iglesia y el Estado.