Javier Bozalongo trata de combinar con sus aforismos la manera de ampliarnos y acercarnos la realidad desde distintos prismas. Las miradas de sus frases exigen tener siempre los ojos bien abiertos, vigilantes para que los sueños no falten nunca. Por eso nos dice que la libertad es no deberle nada a nadie, ni siquiera obediencia, que una biblioteca es como una farmacia porque leer sana, y que los botiquines de primeros auxilios deberían contener, al menos, un abrazo. Las palabras usan aquí las gafas de la ironía, bien enfocadas, invitándonos con sus relámpagos a huir del llanto y a resguardarnos hasta de la lluvia. Los tiros que nos dispara salen por las ventanas, por las orillas, tratando de pescar la felicidad, convenciéndonos de que en la vida caben los besos y la verdad, pero nunca el rencor, y pese a que aumenten las dioptrías porque el pasado, a cierta edad, avanza mucho más deprisa que el futuro, seguiremos soñando. Estas son sus recomendaciones, sus recetas para reflexionar sobre un tiempo repleto de memoria, dejándonos al final del libro unas imborrables gotas de tinta escritas con todas las letras del abecedario. Prismáticos se lee como una gramática de nuestra vida. [Carmen Canet]