El Poema busca la palabra en la memoria para decirla. En este caso, desde esos rincones aparentemente ocultos que la geografía quiso albergar en el Sur de Europa, entre la Ibérica, la Roma y la Magna Grecia de ayer y de hoy. El poeta sólo puso el oído y a veces la muñeca para seguir la estela de los párpados de los reptiles de la Plath, donde desaparecen todas las noches.
Una voz amadora y andadora, el médium o el actor que va diciendo los versos que, tras los zapatos, devienen huella en un instante fulminado por los mansos recuerdos, a veces de la nada.