Y cierto es también que, al final del libro, la sensación que se tiene es la de que nos han dado muchas hermosuras, incluso como en pequeñas simientes mágicas, como cuando nos da noticia escueta de los "nombres aromáticos de una secreta geografía impresos en cartoncitos que nadie leía" o habiéndosenos nombrado igualmente "Memphis y Tebas o Abukir y Alejandría". Por allá dentro de nosotros, puede suceder que, como los pájaros, recorramos esas y todas las otras geografías, breves e intensas, como de ínsulas y otros territorios fascinantes y extraños, encontrados.