"Jamás un libro había sido, hasta este punto, el espacio mismo de su propia Ley. ¡Soberana gravedad de La sentencia de muerte! La implacable sentencia, el infalible decreto se abate, como una cuchilla, sobre cada una de sus páginas y, una vez al menos, de la manera más evidente, no para separar en dos partes casi iguales el relato, sino, por el contrario, para marcar con el corte el tránsito de una a otra, de la vida a la muerte, a fin de confundirlas a continuación.
En adelante, habrá que considerar aquello que se ha escrito antes de la sentencia, temiéndola y, sin embargo, girando arrebatadamente en torno a ella, y aquello que se ha escrito después -¿o tal vez al mismo tiempo?- aceptándola, sufriéndola o, mejor aún, aplicándola. A imagen y semejanza quizás de "esa profunda cuchillada", abierta en la palma de J. "... y si esta línea se llama realmente línea de la felicidad, debo decir que su aspecto volvía trágica esta felicidad".
La ley es la mirada de la muerte. Tres personajes -una misma e irrefrenable pasión- van a vivir y morir a causa de la humanidad infinita y de la glacial crueldad de esa mirada; rodeados de algunos testigos ocasionales, garantes de la plausibilidad de la historia, van a vivir la muerte del otro y morir de su propia muerte. Ley del universo y del libro. "Lo que sucedió había sucedido hace tiempo". ¿Qué clase de lenguaje de la muerte es este que no es el silencio? "Lo extraordinario da comienzo en el momento en que yo termino". Edmond Jabès