Mi padre era paulista
Mi abuelo, pernambucano
Mi bisabuelo, minero
Mi tatarabuelo, bahiano
Mi maestro soberano
Fue Antonio Brasileiro
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Voy por la carretera hace muchos años
Soy un artista brasileño
(Paratodos, 1993)
"¿Puede fingir que ya me he muerto?", Chico disparó la pregunta con la cara más seria del mundo. Después, cerró los ojos, arrugó la nariz, echó la cabeza hacia atrás y abrió aquella amplia sonrisa. Yo explicaba: el libro sería un perfil, un recorte, una colcha hecha de aspectos de su personalidad, un retrato tres por cuatro, osaba yo, de su alma. Preferiblemente en color. "¿Pero puede fingir que ya me he muerto?", insistía, del mismo modo que desea que caiga del cielo un buen motivo para cancelar una actuación. Si se hiciera el muerto, evitaría la incómoda situación de hablar de él mismo. Reímos. Toqué madera y descarté tal posibilidad. Después, a lo largo de las innumerables conversaciones y entrevistas, fui percibiendo en él una voluntad de contar cosas, de exponerse algo más de lo habitual. Con la confianza de que no se rompería el colchón de protección que infló alrededor de los territorios sensibles de su vida. Y, quizá, con la esperanza de ayudar a promover un entendimiento más real de su persona.
"La imagen que se creó de Chico exagera en el aspecto de la timidez, y engaña en la versión Greta Garbo. El misterio a su alrededor no está en la puesta en escena. Eso, en él, no existe. La imagen del artista que vive en otra dimensión –la dimensión etérea de los elegidos por el arte– queda poco elegante en Chico, así como la imagen gente-como-nosotros quedaría inocua en Greta Garbo. Muchas personas, cuando se aproximan a Chico, creen que sólo pueden tratar con él temas profundos, intelectuales, con una necesaria exhibición de inteligencia. Tonterías. A Chico le encanta comentar las noticias del periódico, conversar sobre cosas sencillas, hablar de fútbol, escuchar historias y muchas veces inventarlas, cosas sorprendentes, como si fuesen verdaderas, sólo para divertirse."