Cuando Azorín parecía tener finalizada su brillante carrera literaria,
septuagenario ya, redescubre el cinematógrafo y se
lanza, con evidente fervor juvenil, a la contemplación de numerosas
películas en las que encuentra un nuevo cúmulo de experiencias
vitales, artísticas y literarias. Esta ?pasión de senectud?
tendrá como resultado un centenar de comentarios periodísticos
de temática cinematográfica
que, a la vez, le permitirá
aumentar su ingente obra en
dos libros, El cine y el momento
(1953) y El efímero cine (1955).