La historia tiene sus paradojas, como nos lo demuestra con frecuencia la realidad. Una de ellas, ahora de máxima actualidad, es que allí donde nació el Estado, como forma moderna de organización política, es precisamente donde se está procediendo a su desguace, hasta el punto de que sin saber todavía si se trata de un eclipse o, por el contrario, de su ocaso, se puede hablar ya de su triste inoperancia.
El Estado nace en un contexto geográfico determinado, Europa occidental, y en un momento concreto, la época del Renacimiento. Siendo un fenómeno propiamente europeo, se extendió por todo el planeta hasta llegar a una cifra cercana a los dos centenares. En la actualidad, en todas partes se discute la validez de esta fórmula, pero es precisamente en la cuna de su nacimiento, en Europa occidental y especialmente, en España, donde el Estado secular comienza a ser un Estado ficticio. A finales del siglo XX, el concepto de Estado-nación se encuentra amenazado por dos fuerzas disgregadoras. Por una parte, una tendencia supranacional de carácter económico, como consecuencia del proceso de globalización y del liberalismo, que favorece el desmantelamiento de las funciones sociales del Estado, y otra de carácter político con la proliferación de nacionalismos dentro del mismo Estado. El Estado español es un ejemplo paradigmático de este fenómeno que se ha traducido en la práctica en un doble proceso que afecta a la redistribuición del poder estatal, hacia arriba, cediendo competencias a los órganos de la Unión Europea, y hacia abajo, transfiriendo competencias a las Comunidades Autónomas.
Todas estas cuestiones son analizadas, en el presente ensayo, con profundidad y rigor por Jorge de Esteban, una de las personas que mejor conoce el funcionamiento y la esencia del Estado-nación.