En las historias de Manos de lumbre, como diría Jean-Paul Sartre, «no hay necesidad de
fuego, el infierno son los otros».
Un escritor que practica el plagio literario, una mujer obsesiva bajo una maternidad
malentendida o una enferma frente al trance de elegir son algunos de los personajes de
Alberto Chimal que conviven con su propio infierno, con su propio disimulo,
manipulación o incertidumbre.
Chimal enciende una prosa que subraya el matiz de lo fantástico y que explora siempre
límites, siendo así su literatura juego e hipnosis donde introducirnos y, posiblemente,
quemarnos.