A mediados del siglo III a.C., los pueblos de Iberia se enfrentaron a dos intentos de conquista, el de Roma y el de Cartago. En esos acontecimientos, la joven princesa íbera que protagoniza esta novela se ve atrapada entre la fidelidad a su pueblo y su amor por un joven inteligente y noble; pero, para su desgracia, hijo de quien se ha convertido en el principal enemigo de su pueblo, el gran general cartaginés Aníbal Barca.
Mediante una intensa recreación de las vicisitudes de los pueblos íberos, en unos años que determinaron su futuro y en los que sus tierras fueron el escenario de la enconada lucha entre dos grandes potencias militares, Concepción Rueda Fernández traza un intenso y emotivo panorama de las costumbres, creencias y modos de vida de los pueblos íberos, que tuvieron que luchar heroicamente por su identidad.
Atenta al detalle, a la precisión histórica, al gesto que a menudo explica más que muchas palabras, la autora consigue ofrecernos una imagen vívida y emocionante de una época muy poco conocida hasta ahora, así como crear un personaje tan sólido e inolvidable como Hilmilce, cuyo bello nombre, evocador de nuestro pasado más remoto, es el primer nombre femenino conocido de Iberia por las fuentes clásicas.
La magnífica reconstrucción de la sociedad peninsular a mediados del siglo III a. C., con especial atención a las costumbres, creencias y ritos religiosos, es sin duda uno de los aspectos más fascinantes y sugerentes de esta novela. Por otra parte, el modo equilibrado, de tensión creciente, en que se desarrolla la trama sentimental es otro de los atractivos de la novela, así como el hecho de que la acción transcurre en escenarios y paisajes fácilmente reconocibles.