«Aquí están aquellas noches de París, llenas de mi fatiga de otros tiempos, de las alamedas, las avenidas y los paseos en la oscuridad; esas noches de hastío que viví con insólito desenfado.» Esta dedicatoria de Soupault al poeta René Laporte da el tono de esta novela. Todo en ella está bañado en la luz de los adioses; a cada momento, París se revela como una ciudad amenazada por una lluvia incesante que anuncia un diluvio y por el fuego de un nuevo Nerón que sueña con que el destino la convierta en otra Roma. Los personajes avanzan a trompicones de noche en noche y el narrador anónimo, tan parecido al autor, aguarda como una última esperanza la indecisa catástrofe que le permitirá, escapar a la usura de los días y los gestos.