Melanie se recupera de una larga convalecencia que la ha mantenido postrada durante meses. Por primera vez se le permitirá abandonar su cuarto y tal vez ver a su hijo, con quien no ha tenido contacto desde el parto. El primer paso es levantarse de la cama y reposar unas horas sobre la chaise-longue situada en la sala contigua. Pero, tras adormecerse en el viejo sillón, Melanie despierta en un lugar extraño. Ante ella se inicia un desfile de siniestros personajes, oscuras intenciones, secretos y censuras, con los que comenzará una desesperada carrera por encontrar un sentido y salvar la propia vida.