Una tragedia familiar la condujo a la mansión de los Campoamor; una misteriosa desaparición le devolvió la libertad.
Un secreto familiar silenciado...
Santamaría de la Villa, 1933. La vida de Esperanza está a punto de cambiar para siempre. Se dirige hacia la mansión de los Campoamor, una de las familias aristócratas más respetadas de Asturias. Lleva consigo una maleta, el peso de los recuerdos y un extraño presentimiento. Está allí porque ha sido contratada como dama de compañía de la señora, pero se da cuenta enseguida de que no es bien recibida...
Una misteriosas desaparición...
El paso de los días acrecienta esa sensación y aumenta el desasosiego. Esperanza está convencida de que hay algo más, y las horas se vuelven insoportables. Descubre que hay un secreto que todo el personal guarda y que está relacionado con Buenaventura, hija y única heredera de doña Rosario, que al parecer ha desaparecido en circunstancias extrañas.
Y una lucha desesperada contra el destino...
Sabe que ni don Manuel, el médico, ni Diego Carreño, el administrador de la finca, ni la señorita Agustina, la férrea ama de llaves, se lo pondrán fácil, pero está decidida a descubrir la verdad. En ese camino chocará con los fantasmas de su pasado y descubrirá el precio de una vida nueva.
Narrada con un estilo envolvente que recuerda a Rebeca, Jane Eyre o El jardín olvidado, Toni Aparicio construye con maestría una novela magnética que cautiva y golpea, que descubre las aristas de los secretos y sus peligros y que retrata la violencia de unos seres que luchan por hacerse hueco. Una novela de ambientes, de estilo gótico, de miradas y silencios. Un misterio familiar que nos traslada al mundo rural gobernado por los instintos primarios donde la pureza y los sueños luchan por abrirse camino.
«Todavía eres joven para ser consciente de lo que te digo y es normal. Cuando una es joven, cree que tiene todo el tiempo del mundo y, en cierta manera, así es. Pero el tiempo se acaba. No emplearlo debidamente es un grandísimo error que no nos podemos permitir».
«Todos sabíamos que Buenaventura era especial. Sin duda el haber nacido en una familia rica la situaba en una posición privilegiada, pero ella no quería ser solo una mujer apoltronada en su condición. Quería vivir, saber, viajar, conocer, amar...».