Una obra maestra olvidada en un cajón «Le dije que la había leído y que era una obra maestra, pero me respondió que no era tan buena, y que en la traducción había eliminado una cuarta parte. Sin embargo, un rato después se me acercó para preguntarme si realmente creía que su obra era buena. Los escritores muchas veces no entienden lo que hacen y Beckett odiaba su trabajo, y no podía juzgarlo», recordaba en 2012 Paul Auster en una velada literaria en Nueva York. Quizá el escritor estadounidense sea el mayor defensor de la valía de esta novela de Samuel Beckett, ya desde que en 1975 escribiera una reseña para la revista Commentary. Beckett había escrito Mercier y Camier en 1946 en unas condiciones de extrema pobreza, teniendo además muy recientes sus experiencias en la Francia ocupada y, más alejadas en el tiempo, sus vivencias de juventud en una Irlanda asfixiante de la que siempre quiso huir. Era su primera obra escrita en francés y al no encontrar editor
en su momento, la mantuvo escondida en un cajón. Tuvo que recibir el Premio Nobel en 1969 para que esta pequeña y divertidísima obra viera la luz, ante la exigencia de su editor para que le diera material que publicar de inmediato.