Estamos ante una novela que destila blanco por donde se la mire, pero no un blanco inmaculado sino uno espeso y lechoso, un blanco denso que todo lo envuelve y que embriaga cuanto toca. Madolia narra la crisis de un puerto ya en crisis, una crisis que llega precisamente a través de la abundancia detonada por una recién nacida que, a falta de una madre, se pega a la generosa teta de una puta que decide alimentarla. Es así como ocurre cada evento en esta historia en la que todo se desborda: el tiempo, los personajes, el blanco y hasta el rojo; pero sobre todo las palabras. Madolia es una novela que está al mismo tiempo contenida y desbordada.