Beacul nos lleva a un terreno en cierto modo tabú, el de la sumisión erótica. Un libro así no permite ser tratado con torpeza, impudor y falta de inteligencia, no por indecencia, sino simplemente por la gravedad del tema, que exige del lector los mismos atributos que requiere del autor.
La metamorfosis de Beatriz en Beacul, no por una orden, sino por solicitud espontánea de su amante, recuerda en más de un aspecto —y esto no debe escandalizar a nadie— las iniciaciones religiosas. Porque hay alegría (y jamás envilecimiento) en el sacrificio de la protagonista, el relato de su aventura se convierte en uno de los más bellos de la literatura amorosa.
Beacul fue publicado en 1971 por esa editora excelsa de libros eróticos que fue Régine Deforges en la ya célebre colección «L´Or du Temps», hoy desaparecida, y cuyos libros se buscan como tesoros. Y, al igual que ella entonces, no nos queda más remedio que lamentar, una vez más, el que S.G. Clo’zen sea un seudónimo. Como en tantos otros casos anteriores y nos tememos que futuros, la calidad evidente de esta obra nos permite, sin temor no vernos respaldados por una firma importante, omitir el nombre de su autor. Pero, aun así, pese a que respetemos la intimidad de quien aún considera prudente mantener el anonimato, nos entristece no poder revelar ciertas paternidades que dejarían de sorprender a más de un pudoroso admirador de esos autores consagrados.