Luis Martínez de Mingo (Logroño, 1948) es autor de una obra literaria en varios géneros en la que destacan sus narraciones cortas y su novela El perro de Dostoievski (2001). Su última entrega, Pintar al monstruo, no está teniendo la atención crítica que merece. Porque se trata de una novela sobre la vida siempre apurada hasta el límite de la bohemia y el instinto animal, la personalidad atormentada y la desgarradora pintura entre la crueldad y el dolor del artista irlandés Francis Bacon (1909-1992).
Pintar al monstruo es un título dilógico que alude tanto a la obsesión patológica del artista por pintar en sus lienzos a la bestia inmunda que para él era todo ser humano como a la intención del novelista empeñado en recrear la personalidad herida del pintor marcado por los ataques de ira de su padre y el rechazo de su madre, enfangado en el alcoholismo, la ludopatía y las más turbias perversiones sexuales, en las que dio rienda suelta a su homosexualidad.
Con todo ello esta novela nos ofrece una lúcida y doliente recreación de un artista insólito que dilapidó su existencia en una ?sórdida búsqueda con múltiples ventanas al abismo? (p. 48), obsesionado por la sangre y la violencia, pintando hasta el desfallecimiento ?lo que sucede en los sentidos? (p. 88), abducido por la original asimilación (desde su autodidactismo) de la herencia de sus maestros, desde Esquilo hasta Velázquez, Munch y Picasso, y emparentado con la deformación grotesca de los esperpentos de Valle-Inclán. Por eso recomiendo la lectura de esta novela, que, tal vez, debería ser más extensa, aunque también diré que, si la literatura es depuración, combinación y selección, la extensión de la novelita parece la adecuada, pues en unas cien páginas el autor ha logrado recrear con el rigor y la erudición justa los pliegues más recónditos, salvajes y doloridos del extravagante y genial pintor.
La novela está dividida en cinco partes que, en líneas generales, siguen la biografía de Bacon desde su nacimiento en Irlanda hasta su muerte en Madrid. Pero para poder abarcar lo más importante de su vida y obra el autor ha practicado las pertinentes alteraciones temporales y el fragmentarismo narrativo, lo cual permite seleccionar y combinar en el discurso diferentes episodios, situaciones y momentos vividos por el pintor en distintas ciudades, a la vez que en cada parte del texto se va insertando la interpretación de los cuadros más importantes del pintor, indisolublemente unidas en el relato la vida y la obra, de modo que ambas se iluminan recíprocamente.
También me parece acertada la elección del punto de vista en la narración. Sus cinco partes están contadas en primera persona por un narrador testigo, The Spaniard, que fue el último amante de Bacon, el cual rememora desde un presente narrativo situado en Madrid y en el siglo XXI. Esto explica su cercanía al pintor, cuya visión y voz se explayan con naturalidad en un diálogo continuo entre ambos que en alguna ocasión se transforma en monodiálogo en las más largas intervenciones directas del pintor reproducidas por su amante como esponja empapada de su memoria.
Ángel BASANTA