El movimiento punk surgió a finales de los setenta en una sociedad confundida, desencantada y sumida en un nuevo orden mundial donde parecía que las nuevas generaciones de jóvenes poco o nada tenían que decir. Sacudió los parámetros culturales y sociales hasta entonces conocidos. No ofrecía alternativas, constituía un rechazo total, una crítica y disconformidad absoluta, siempre enfrentada, autoexcluida y separada de lo establecido. Cuando este movimiento llegó a Euskal Herria sufrió, sin embargo, una peculiar adaptación que hizo que su discurso permeara en todos los ámbitos y su influencia se extendiera hasta el día de hoy. La situación política convulsa, una lengua milenaria y un espíritu tribal hicieron escribir al punk una de las páginas más curiosas y entrañables de la historia reciente de este país.