Es extraordinario, mi pico. Hay sitios donde la tierra no se ve, donde sólo se ve el cielo. Puedo imaginarme subido a un globo, en ascenso perpetuo hacia el infinito. Es sorprendente. He tenido sensaciones inauditas. Intenta representarte esto. A mi alrededor, el cielo. ¡Ningún horizonte! ¡Ningún ruido! Sólo el paso silencioso de las nubes. Y de repente, en ese vacío inconmensurable, en ese silencio de eternidades espléndidas, el ladrido de un perro que sube desde la tierra invisible. Al principio el ladrido es débil; es como un lamento; luego, poco a poco, se acentúa y es como una revuelta. Y eso dura días enteros, y noches enteras. Y me da la sensación de que es el lamento del hombre, de que es la revuelta del hombre que sube contra el cielo, sí, el ladrido es la voz misma de la tierra.